domingo, 21 de septiembre de 2008

Un atardecer con Ginsberg, Dylan y la Rolling Thunder.



Salgo solo a ver la puesta de sol.

Entrecierro los ojos y a medio párpado intuyo, en el horizonte, el mar. Un mar con palmeras. Me he sentado en un banco que hay debajo de un pino. Corre la brisa y me acuerdo de otro atardecer, en el otoño de 1975, con Allen Ginsberg ofreciendo cual santón borracho sus enseñanzas meditativas al borde de un lago. Me echo a reír recordando a la banda de Bob Dylan en círculo –vicioso-, vibrando en un mantra improvisado. ¡Qué hermosa locura! Aquella gira de Dylan y la Rolling Thunder, todos pasadísimos, intentando rodar en paralelo una película que vista hoy resulta inaguantable pero que nos da una idea de lo bien que se lo pasaban, de aquella luminosa confusión.

Vuelvo a casa de noche y busco aquel atardecer. Lo encuentro en compañía de una carrera de Dylan por las calles, una cena, una partida de pin-ball... en fin, si supiera editar videos les pondría sólo los dos primeros minutos, con el vibrante atardecer y nada más. Con ustedes pues, un fragmento de “Renaldo y Clara” la peli de Bob Dylan, a la que prometo en una próxima entrada volver, de la mano de Sam Shepard. Feliz ocaso:

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