domingo, 9 de noviembre de 2008

Yo quiero verte danzar. Battiato versus Napiatto.


Battiato se hizo famoso a finales de los ochenta en España, con discos como "Ecos de danza sufi" o el posterior "Nómadas", en los que cantaba en español los éxitos que había tenido en Italia. Aquí, el verdadero empujón a la fama se lo dieron Martes y trece cuando en su especial navideño “A por uvas” lo imitaron rebautizándole como Franco Napiatto. La canción elegida fue "Yo quiero verte danzar", un tema en el que Battiato hace un repaso del género bailable-trascendental. Él quiere verla danzar como los zíngaros del desierto, como los balineses en días de fiesta, como derviches al son de los cascabeles del kathakali, como búlgaros descalzos sobre brasas ardientes. Las referencias más cercanas a los modelos de baile que propone son de Irlanda del norte, donde los viejos bailan al ritmo de siete octavas, y de la llanura Padana, donde de nuevo son unos ancianos que bailan viejos valses vieneses. La nostalgia de paraísos exóticos y de los tiempos pasados, donde el baile era una celebración cósmica y no un embrutecimiento colectivo. En este video Battiato se retrata en compañía tuareg, cantando iluminado por el fuego, y bailando- no se lo pierdan- en un patio blanco que bien podría ser el patio de una hermandad de derviches giróvagos:



Esta canción no es de mis preferidas, pero resume quién es el personaje de Battiato en el imaginario colectivo: su misticismo, su electrónica discotequera al servicio paradójico de un mundo más primitivo y espiritual, su amor por lo exótico, etc… Es un cóctel difícil de agitar sin que se dispare la espuma del delirio. Al fin y al cabo, la contradicción estriba en que un cantante pop occidental hace las veces de pontífice (del latín, el que traza un puente), entre el público consumidor de radiofórmulas y la filosofía oriental. Para un puente así hace falta ingeniería fina, y a Battiato no siempre le sale, aunque sí las suficientes para ser uno de los grandes, y por méritos propios uno de los más heterodoxos. En esta canción se atreve a decirle al oyente, con profusión de sintetizadores y cajas de ritmo, que quiere verlo danzar en trance, como en un ritual chamánico.

¿Tú qué te has fumao?

Oyentes hay muchos, y seguro que a finales de los ochenta cuando Battiato desembarcó en España con sus "Ecos de danza sufi" y sus bailes inspirados, más de uno, incapaz de distinguir los ecos de las voces, pensaría en los estragos mentales que causa el abuso de psicotrópicos: Y todo gira en torno a la estancia mientras se baila. En este sentido Martes y trece se descuelgan retratando al italiano como un colgadillo feliz, vestido de exhibicionista, y haciéndose acompañar por una gallina bailarina a los coros ululantes. Si lo que promocionaba Battiato es la fusión con el todo, el baile fluido como vía hacia el despertar, Martes y trece nos lo representan mareado y olvidadizo, en una coreografía descoordinada y a ratos propia de muñecos articulados ¡hasta le quitan a los pobres balineses los días de fiesta, y a los derviches el son de los cascabeles del kathakali, y los dejan montados en un tacatá! Disfruten:




La llamada del cañaveral

El baile de los derviches, al que alude la canción y al que Battiato señala en sus ortopédicos pasos, es una meditación esotérica en movimiento para alcanzar la unidad con la totalidad perdida. En palabras de Rumi, el poeta Sufí por excelencia y padre de los derviches giróvagos, el hombre es como el ney, la flauta de caña que ha sido separada del cañaveral que simbólicamente representa la unidad. Así el poema de Rumi, como el sonido del ney, como por extensión la canción de Battiato, es un lamento por la unidad perdida y una invitación a recuperarla. Martes y trece con su divertida parodia exhiben el prejuicio occidental hacia las filosofías orientales, como si estas no fueran más que una diversión para hippies revenidos y tipos mareados. Pero también es verdad que Battiato, siempre tan entregado caricaturescamente a lo exótico (y lo exótico no es más que una manera de prejuzgar al otro), se lo pone en bandeja.


Quizás la pregunta sea si alguien que conoce a Battiato a través de su parodia podría ser capaz de escuchar la llamada del cañaveral y ponerse a bailar en trance, o, por el contrario, no podrá apartar de su imaginación una enorme napia y una gallina robótica. El disfrute, en cualquier caso, puede ser múltiple: amar a Battiato sin dejar de reírse con Martes y trece. Eso es lo que yo hago, y estoy seguro de que eso mismo haría Battiato ante su caricatura: reírse sin dejar de amarse a sí mismo.

1 comentario:

Coral Herrera Gómez dijo...

Fidel eres genial, has salvado un lunes de resaca, me he descojonado con el video de martes y trece y he deliciado con tu texto! realmente el battiato es un tipo especial, yo le veía cantar en las galas de jose luis moreno y flipaba; pero desde entonces sus canciones surrealistas me han hecho bailar y sonreir. cuando le hicieron el sketch homenaje los martes y 13 me morí de la risa, porque captan la esencia nappiato super bien...
muy bueno el post!!!