martes, 25 de noviembre de 2008

El niño en la burbuja, bajo los cielos africanos.


Uno de mis primeros recuerdos audiovisuales de África, y el primero de Miriam Makeba, fue el concierto de la gira de Graceland de Paul Simon. Conocí la música africana a través de este disco y repasé hasta romperla la cinta vhs con dicho concierto grabado de la tele. Cuando en el año 86 sale a la venta el disco con el que Simon se reinventa en clave africana yo tenía diez años. A su autor le costó ser declarado persona non grata por el Congreso Nacional Africano y por la ONU al haber roto el boicot impuesto a Sudáfrica, grabando con músicos de aquel país. El castigo no duró mucho, como dice la wikipedia:

“Finalmente ambas organizaciones comprendieron que el castigo al régimen del apartheid no debía suponer una penalidad añadida a su víctima, la población negra, y que Simon lo que había hecho era promocionar la cultura de color sudafricana y darle la oportunidad a no pocos de sus intérpretes de ser mundialmente conocidos y valorados, por lo que en enero de 1987 Paul dio una conferencia de prensa en Londres en la que pudo anunciar que dichas entidades lo habían borrado de tales listas negras.”

El concierto empieza como el disco, con la canción de The boy in the bubble. El niño en la burbuja, una sugerente y sentida descripción del momento que sigue a la explosión de una bomba alojada en el carrito de un bebé. Una denuncia dolida de la indiferencia con la que atendemos la desgracia ajena, como el que mira una constelación distante:




La primera estrofa y el estribillo -si mi tosca traducción no traiciona demasiado- dicen así:

Era un día lento y el sol golpeaba
a los soldados por el lado de la carretera,
hubo un destello de luz,
una rotura de cristales,
la bomba en el carrito del bebé,
retransmitían por la radio.
Estos son los días del milagro y pregunto:
Esta es la llamada de larga distancia,
La manera en que la cámara nos sigue a cámara lenta
la manera en que miramos todo,
la manera en que miramos una constelación distante,
esto es morirse en una esquina del cielo.
Estos son los días del milagro y pregunto
y no llores pequeño, no llores, no llores.

La canción sigue y hay una apelación al carácter mágico del arte, a poder pensar en el niño en una burbuja. Supongo, mi inglés es tan lamentable que es probable que me equivoque, que se trata de una burbuja protectora que lo salve de morir en la explosión.

El auténtico y consistente líder Robert Mugabe, años después.

El concierto fue en Zimbabue. Y lo que son las cosas, en el comienzo de la canción sale, después de un grupo de negritos bailando en lo alto de un muro, un cartel animando a seguir al auténtico y consistente líder R. G. Mugabe. Aunque desde que subió al poder y hasta finales de los 80 llegó a eliminar más de 20.000 opositores de la etnia Matabele, fue considerado mundialmente, hasta bien entrado los 90, un héroe de la emancipación negra por haber derrocado al régimen de Apartheid en Rodesia. En el 2000 perdió un referéndum para reformar la constitución y lleva desde entonces amañando las elecciones y reprimiendo a los seguidores de Morgan Tsvangirai, su contendiente, al que han llegado a propinar brutales palizas. En fin, el repetido arquetipo de héroe revolucionario convertido en dictador corrupto y cruel.

En el 87, que fue cuando se celebró el concierto de Paul Simon, Mugabe todavía gozaba de su aura mítica, entre otras cosas porque Zimbabwe, que así pasó a llamarse la antigua Rodesia, era el país vecino a Sudáfrica, que sólo años después consiguió liberarse del apartheid.

Olvidemos a Mugabe y que vuelva Mamá África.

Volvamos a escuchar a Miriam Makeba -20 años después de los videos que les puse ayer, 20 años antes de su muerte-, acompañando a Paul Simon en ese maravilloso concierto diurno. Bajo los cielos africanos, tan poco protectores:




Y hasta la próxima.

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