lunes, 4 de abril de 2011

El Pasmo de Triana y su cuadrilla. Y al garrotín, al garrotán.


Ayer hablé de los sevillanos y cite a Belmonte, el Pasmo de Triana, como ejemplo heterodoxo, genio y figura, en contraposición al estereotipo chato del sevillano de pro. De la excelente biografía Juan Belmonte, Matador de toros, escrita por Manuel Chaves Nogales entresaco esta cita que refleja muy bien el temple sentimental de los sevillanos respecto a su ciudad. Resulta que el torero se encontraba en tierras venezolanas, después de meses recorriendo con éxito las plazas de América, y su cuadrilla andaba tristona por la morriña:

“Mi cuadrilla se pasaba las horas muertas mirando al mar y pensando en Sevilla.
-¿Qué hora es?- preguntaba uno.
-Por la catedral, son las siete menos cinco-replicaba otro.
-Las siete y diez por la plaza Nueva- corroboraba el tercero.

Porque los sevillanos que iban conmigo se obstinaban en llevar sus relojes por el horario de Sevilla, que era el bueno, según ellos. En todo el mundo no había hora más cierta que la del reloj del Ayuntamiento de Sevilla o la que cantaban las campanas de la giralda que, azuzando el oído, se hacían la ilusión de escuchar a lo lejos.

-¡Las siete! Ya hay pescado frito en la Europa –recordaba alguno.
-Las aceituneras y las corchotaponeras han salido ya de las fábricas. Pronto estará llena de mocitas la Alameda.
-¡Aquéllas si que son mujeres!
-¡Cómo estará a estas horas el Altozano!
-¿Te acuerdas de las medias cañas de Valbanera?
-¿Y de los “sordaos de Pavía” del Postigo?
¡Ay, mi Triana!
-¡Ay, mi Sevilla!

Y terminaban llorando, o poco menos.”

Y hasta ahí Belmonte y su cuadrilla tristona y aquella Sevilla de antes de la guerra. Les dejo con una canción mítica que forma parte del ADN de la heterodoxia sevillana, andaluza y universal, hermoso ejemplo de bastardía musical: El Garrotín de los Smash, su mayor éxito, publicado en 1971. Y con esto prometo no volver a escribir sobre Sevilla en un tiempo largo.

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