lunes, 12 de enero de 2009

Philippe Petit bailando sobre el abismo

Con suerte, la película Man on Wire nos permite disfrutar en español de la publicación de alguno de los libros de Philippe Petit. Me explico, Philippe es el hombre de la foto, el funámbulo que entre otras proezas, hermosas y delictivas, cruzó en el verano del 74 la distancia que separaba las Torres Gemelas. Los lectores de Paul Auster, al menos los de sus Experimentos con la verdad, habrán podido imaginar la figura menuda de Petit recortada contra el cielo en el prólogo que le escribió a su Traité de funambulisme, traducido al inglés como On the high wire. No sé ustedes pero a mí me intriga lo que pueda decir el más famoso equilibrista del mundo, lo que pueda decir él mismo sin intermediación cinematográfica, sin esos subrayados musicales subyugantes que salen en este tráiler y que afean con frenesí de videoclip la limpia estampa del equilibrista sobre el vacío:



La figura del funámbulo ha sido tan saqueada por poetas y artistas varios que ya es hora de que sean ellos los que hablen en su nombre. Yo mismo para la elaboración de la portada de mi último disco le llevé a Miki Leal un montón de fotografías de funámbulos en la cuerda floja; aunque luego la cuerda quedó disfrazada de tapia, el espíritu del alambre, de jugarse la vida por un gesto hermoso de desafío a la muerte, se refleja, con su poquito de ironía, en el cuadro. Pueden juzgar con sus propios ojos a la derecha de estas líneas (debajo del listado de etiquetas).

Un arte absolutamente inútil

Como dice Paul Auster, “la función del equilibrista es crear una sensación de libertad infinita. Malabarista, bailarín, acróbata, interpreta en el cielo los actos que otros hombres se contentarían con realizar en el suelo. La intención es al mismo tiempo forzada y perfectamente natural y, en el fondo, su encanto reside en su absoluta inutilidad. Tengo la impresión de que ningún arte enfatiza con semejante claridad el profundo impulso estético que tenemos todos. Cada vez que vemos a un hombre caminar sobre una cuerda, una parte de nosotros está allí arriba con él. A diferencia de los espectáculos de otras artes, la del equilibrismo es directa, simple, no necesita mediadores y no requiere ninguna explicación. El arte es el propio acto, su más pura configuración. Y si encontramos alguna belleza en él, es por el placer que experimentamos al contemplarlo.”
La imagen del funámbulo suspendido entre las Torres Gemelas es el reverso mágico y vital del atentado del 11-S. La portada del New Yorker en el quinto aniversario de la caída de las Twin Tower así lo atestigua: arriba la portada del funámbulo en el vacío y, bajo estas líneas, el reverso de la portada con el vacío dejado por Mohamed Atta y sus secuaces. The New Yorker siempre tan insobornablemente agudo.
Horror Vacui: la cuerda floja

Ah, el vacío. El funámbulo es en sí mismo una metáfora de la suerte del hombre, o por ser más precisos, la conjura de esa suerte, del destino de habérnosla con la nada. El equilibrista si no quiere caer debe estar concentrado en la tarea, no perder de vista la cuerda ni dejarse llevar por distracciones matadoras. Si, ansiosos de seguridad, el miedo a la libertad nos hace decorar nuestro vacío con barroca pasión, el funámbulo señala en la dirección contraria: acepta el vacío como es y eso le permite cruzarlo. La libertad y la creación necesitan del vacío, del espacio abierto para desplegar su baile. Y ese es el desafío de la vida, aceptar la nada para poder hacer algo; bailando. Como decía el Tao Te King: “en el ser centramos nuestra atención pero del no ser depende su utilidad”. El arte del equilibrismo muestra su utilidad en su inutilidad. Y por no aburrirles con más paradojas, me despido con unas palabras del gran Philippe, un hombre que humildemente se apellida Petit: “Mira cada día como un verdadero desafío y entonces vivirás la vida en la cuerda floja”.
Estrambote: “En ningún momento del acto pensé que pudiera caerse. El riesgo, el temor a la muerte, la catástrofe no formaban parte del espectáculo. Philippe había asumido total responsabilidad por su propia vida y yo sentía que nada podría alterar esa resolución. El equilibrismo no es un arte mortal, sino un arte vital, de una vida vivida con plenitud; lo que equivale a decir que la vida no se esconde de la muerte, sino que la mira directamente a los ojos. Cada vez que Philippe se sube a una cuerda, toma posesión de esa vida y la vive en toda su regocijante inmediatez, en toda su dicha. Ojalá viva hasta los cien años.” (Paul Auster, “En la cuerda floja” 1982, Experimentos con la verdad.)

Y si quieren más, la video-noticia en El País, pulsando aquí.

2 comentarios:

Coral Herrera Gómez dijo...

Que guapo este post... como tengo miedo a las alturas, siempre me ha dado terror pensar en este oficio tan singular. me parece gente muy valiente y con una grandísima capacidad de concentración. Mucho entrenamiento, mucho autocontrol, tanto poder mental... Yo también he pensado en la inutilidad del acto y su peligrosidad mortal, pero es cierto que es un desafío a las leyes de la física y que convertido en espectáculo, es puro arte en movimiento... así que me alegro de que hayas escrito este homenaje a Petit ...
un beso inmenso :)

pintón dijo...

Muy bueno, Fidel. Tengo muchas ganas de ver el documental, el otro día precisamente estuve hablando con un amigo sobre el mismo. Vértigo me da solo de pensarlo.
Capones y besos