sábado, 17 de enero de 2009

Yo es otro. Un rápido atardecer en la laguna artificial.

Es invierno y atardece en la laguna artificial. Apenas una charca formada por las últimas lluvias cubre el extremo del oeste. Por un momento celebro que la obra se haya quedado a medio hacer, que no hayan llenado la laguna de agua y aquello parezca un jardín zen de guijarros lavados. Ando sobre ese fondo, al rumor de las piedras pisadas, y me acerco al borde de la charca buscando una foto.

Heráclito y el curso del tiempo cambiando el mundo a cada instante, impidiendo que el mismo hombre se bañe dos veces en el mismo río; y sobre todo Borges y su cuento El Otro. Al reflejo del agua de aquella charca se asoma el cielo atardeciendo, los árboles, la estela de un avión y el recuerdo de un cuento de Borges. Es un charco insignificante pero si me agacho y disparo –en el instante decisivo, como pedía Cartier Bresson- puedo conseguir una imagen que haga temblar el misterio.

El Borges viejo, a la orillas del río Charles, en Cambrige, se encuentra a sí mismo 50 años antes a orillas del Ródano, en Ginebra, y no se reconoce. El juego del doble en este cuento de El Otro está pasado por el agua del río de Heráclito: el viejo poco tiene que ver con el joven, apenas comparten el nombre y el miedo de haberse encontrado. El sol se va rápidamente en la charca artificial. Lo último que le dice el Borges viejo a su joven alter ego es que se va quedar ciego “Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano.” Un lento atardecer de verano; ahora es invierno y el sol ha desaparecido en apenas unos minutos. Sigo haciendo fotos, pensando en invertir la imagen para crear confusión: que el cielo, los árboles y la estela del avión sean descubierto por las piedras del borde como una ilusión espejada. Consigo la imagen que encabeza este post y cuando trato de repetir el tiro de gracia, el disparo que remate la foto definitiva y atrape el misterio, un palo y un perro se cruzan enturbiando las aguas.Me río, qué remedio, al ver escapar el instante decisivo en la boca de ese perro. Me vuelvo a reír, porque reír es un mecanismo de defensa y ese perro es un bodeguero andaluz, idéntico a otra perra que -allá lejos, tiempo atrás- paseé por otros parques. La farsa de mi vida actualizando los clásicos: Heráclito y Borges reflejados en el río, y yo y una perra en una charca de una laguna artificial. En cualquier caso, como decía Rimbaud, “yo es otro”.

Estrambote: “… Santa Lucía, abogada de la vista. Concédenos Señora, mientras dure nuestro paso por este valle de lágrimas y mudanzas, el privilegio de seguir mirando.” (Palabras finales de Carmen Martín Gaite en Usos amorosos de la posguerra española).

2 comentarios:

Coral Herrera Gómez dijo...

sos un artista.... pedazo de foto!!! a mí no me llevaste a esa laguna artificial :) increíble atardecer, hermosas tus reflexiones...
un besazo!!!!!!

Blanca dijo...

¿Qué puedo decirte? que hoy 30 de Mayo vuelvo a leer esta entrada y aún me admira y me gusta más, es una pena que el tiempo no pueda estirarse para que pudieras
seguir.Imagina el deleite.