miércoles, 14 de enero de 2009

El teléfono comunica. Y un poema.


La revolución de los transportes y de las telecomunicaciones en el siglo XX relativizó las distancias entre los habitantes del planeta, hasta el punto de hacer posibles los amores telefónicos a distancia, una variable tan común hoy en día que cuesta pensar en el amor antes del invento de Graham Bell.

“Los drogadictos del progreso están dispuestos a pagar más por menos”, escribió Ivan Illich en su apuesta por una tecnología convivencial, un progreso que no fuera ni a pie ni en automóvil, sino en bicicleta. Según Illich, al franquear un determinado umbral, el progreso se vuelve contraproducente, se pasa de rosca. No hay más que fijarse en un atasco para darle la razón cuando decía que “el automóvil obstruye la circulación”. O pensar en el teléfono móvil, y su despliegue de ansiedades y controles varios, que tanto nos ha cambiado la vida, en tan poco tiempo.

En fin, el teléfono fijo tenía su encanto, pero ¿y el teléfono móvil? Supongo que no hay marcha atrás, el mundo es el que es y resulta improcedente preguntarse si los teléfonos ayudan o dificultan la comunicación. Si me preguntan a mí, contestaré con esa hermosa y equívoca frase en español, reversible como un guante, que no se sabe si dice lo que dice o lo contrario: el teléfono comunica.
Y ahora que ya no espero sus llamadas -que el amor es ya el recuerdo-, aquí el poema:

La llamada

Algún día el teléfono dejará de sonar
y tú seguirás hablando sola

Hay tanta locura escondida
en la raya de un pantalón,
en el fondo de los jarrones y las cajas
inútiles que decoran tu casa

Si vivieras aquí, si yo estuviera allí,
si la distancia fuera algo más
que un pretexto para llenar el aire
de palabras huecas

Llamar a las cosas por su nombre:
unos zapatos son unos zapatos,
un beso es un beso,
una resaca es una resaca,
una mujer es una mujer
y pagar por algo más de lo que vale
es buscarse la ruina

El mundo está lleno de hombres miserables
dispuestos a invertir en ti
sus últimas monedas

Yo siempre tuve, ya lo sabes, los bolsillos vacíos,
el pantalón arrugado y la nostalgia adelantada
del que sabe que está de paso

Los dos sabíamos algo, no mucho,
lo suficiente para no ser felices

Algún día escucharé tu nombre, sí,
y pensaré en aquella mujer que
no paraba de hablar por teléfono

Recordaré los zapatos, los besos,
la resaca interminable y la ruina,
las cajitas inútiles y los jarrones,
la distancia y mis bolsillos vacíos

También este poema
escrito mientras espero
junto al teléfono
tu llamada.

1 comentario:

oliva dijo...

Muy original y digno comentar. Me ha gustado mucho.

Enhorabuena, ha hecho una excelente publicación.

saludos.