jueves, 23 de junio de 2011

Vacanciones de verano



Ah, el verano, con su promesa de amores fugaces, con sus sombras acortadas por el sol a mediodía, con el recuerdo de las vacaciones escolares y las guerras de globos de agua. El deseo de escapar del hastío de esos días interminables me llevó, tiempo atrás, a otros lugares que ahora vuelven a mí cargados con la memoria de otros. Recuerdo un calor aplastante en Roma las tres veces que estuve,pero también recuerdo, con más claridad incluso, el viento en la cara y la velocidad a lomos de una Vespa que sólo conduje como espectador en la película Caro Diario de Nanni Moretti.

Me pasa con el cine y sobre todo con la música, esa máquina de teletransportación que permite ponernos en la piel de otros. Cuantas veces Celentano, Fabrizio de André, Roberto Murolo o Battiato me hicieron viajar, sin moverme de casa, por las calles, las islas o las playas de Italia. He vivido en Nápoles, y estuve temporadas en Roma, Florencia, Milan y Venecia; nunca estuve en Grado, ese pueblito costero cerca ya de la frontera con Eslovenia, y sin embargo, tantas veces hice escala allí escuchando una canción poco conocida de Battiato, una canción que dio ánimos al mismo Moretti en su película Bianca para intentar conseguir por las bravas un romance playero. La música como el Redbull te da alas, aunque el mundo y los protocolos que impone la realidad -eso que llaman civilización- a menudo imponen un aterrizaje forzoso.



Recuerdo también Río de Janeiro, aquella playa de Ipanema donde dos pingüinos extraviados por las corrientes oceánicas cabeceaban aleteando entre las olas, una estampa imprevista que a menudo vuelve a mí como resumen de aquel viaje y del final alargado de un amor al que debo mi escaso pero apasionado conocimiento de la música brasileña, la cual, una y otra vez, me hace sentir aquel calor húmedo, aquellos colores, aquella tentación al extravío.

La vida es poca cosa sin la imaginación y sus frutos, ese poder que nos convierte irremediablemente en seres melancólicos, eternamente demediados entre lo que somos y lo que deseamos ser. Y así vamos viviendo, navegando por la imaginación, marineros en tierra, abanderando la máxima latina "Navigare necesse est, vivere non necesse", o, mejor, en portugués, como defendía Pessoa en sus desasosiegos: "Navegar é preciso; vivir não é preciso".

Tal vez, no lo sé con certeza, la experiencia de estar dos meses encarcelado por la dictadura militar hizo a Caetano Veloso componer una de sus más grandes canciones, Os argonautas, un fado brasileño que recoge el verso de Pessoa y le da un aire épico de velas desplegadas que concentra para mí el desafío liberador y aventurero de todo gran viaje. Ahora que el verano comienza, la escucho en la voz de Elis Regina y, por un momento, me parece dejar atrás Madrid y embarcarme hacia rumbo desconocido, como un pingüino perdido que recala en Ipanema después de dar un rodeo en Vespa por Roma. ¿No siente la brisa en el rostro, el sonido del oleaje, el perfume salobre del mar? Vacanciones de verano, sin salir de casa.

2 comentarios:

piter dijo...

Buenas. Hace tiempo que no entraba en tu blog, pero he de decir que me ha sorprendido para bien; sobre todo las actualizaciones que hacen referencia a temas más culturales (el artículo de Julio de la Rosa, el del gran Belmonte y la referencia a ese magnífico libro del periodista Manuel Chaves Nogales, Battiato, Moretti, etc...) que los que se refieren a los temas más academicistas o políticos.

Sigue actualizando para seguir leyendo. Abrazos.
Piter.

Anónimo dijo...

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