martes, 14 de octubre de 2008

La música y los 100 millones de Euros, o cómo morir de risa antes de morir de hambre.

Quisimos que fuese el último concierto del verano y fue el primero del otoño; fuera caía la lluvia. Con tres días de ensayo había bastado para montar un repertorio de 17 canciones, 11 de las cuales eran de los Desastres Naturales, el disco que habíamos grabado juntos y que se trataba de presentar en directo. El dinero era lo de menos, me habían dicho mis músicos cuando los convoqué, así que no me sentí como otras veces culpable cuando, al término del concierto, repartí lo poco que habíamos ganado: cincuenta euros por barba. Un cálculo rápido, sólo teniendo en cuenta las horas de ensayo, de prueba de sonido y del concierto en sí – sin contar, por supuesto, el tiempo empleado en componer, arreglar y grabar las canciones- nos da un resultado de 3´5 Euros la hora. No se me ocurre un trabajo que esté peor pagado y sin embargo cuente con tanta gente dispuesta a la labor. La música, esa esclavitud voluntaria.

Siempre que quedamos para ensayar mis músicos llegan con chistes sobre la profesión, esta vez el más dolorosamente divertido tuvo forma de pregunta y respuesta:

-¿Tú qué harías si te tocaran 100 millones de Euros?

-Yo, vivir de la música hasta que se me acabe el dinero.

Lo contamos también, a dos voces, en mitad del concierto, pero a los que no son del gremio no les hizo tanta gracia. Una amiga incluso me reprochó que me hiciera el gracioso. Me reprochó el chiste y la incitación al consumo: antes de la última canción traté de aclarar que, pese a los rumores que circulaban, no era verdad que El Hombre Delgado estuviera en contra de la sociedad de consumo; que como prueba de su entrega al sistema y atención a los impulsos consumistas del respetable, había traído un saco de libros-disco-catálogo de arte a un precio excepcional. Debe ser que no tengo dotes de tendero, al menos cuando se trata de mi producto, pues sólo me compraron un Libro-disco. Me había llevado una bolsa con treinta libros-disco-catálogo de arte y sólo había vendido uno. La vez anterior que tocamos allí, un año y medio antes, vendimos los quince ejemplares que nos habíamos llevado y hasta hubo gente que protestó por quedarse sin él. Esta vez, echémosle compasivamente la culpa a la crisis, me volví a casa, bajo la lluvia, cargando en una mano la guitarra y en la otra una bolsa grande de El Corte Inglés con 29 libros-disco-catálogo de arte que pesaban como si fuesen adoquines. De esta guisa, y con los cincuenta euros en el bolsillo, aterricé en casa de mi amiga que amablemente me deja dormir en su cama cuando paso por Madrid. A ella no le hizo gracia pero a mí sí y, hasta un momento antes de entrar en el sueño, me reía solo pensando en que haría yo si me tocaran 100 millones de euros.

3 comentarios:

Coral Herrera Gómez dijo...

Es la epi/epoca de la precariedad... guay que te lo tomes con humor, Fidel, es lo último que ha de perderse... desde aki te mando todo mi apoyo, y te "suplico" que intentes dar otros conciertos pa que pueda ir a verte!!! madrí te quiere...

Pablo Rodríguez Burón dijo...

brillante crónica
un abrazo

Anónimo dijo...

Fidel mío, ya sabes como está la cosa y el blog tiene ya meses pero no podía dejar de contarte este otro:

- ¿En qué se parece la música a una pizza familiar?
- En que ninguna de las dos da para alimentar a una familia.

Sirva de consuelo, a la par que manifiesto romántico estomagante, decir que si contamos el rato tan bueno que echamos, lo que nos pudimos reír y el mojito que me bebí tocando, los 50 yuros son meramente anecdóticos.

Un abrazote!