miércoles, 10 de septiembre de 2008

Hueles como los árboles


La vida es una sombra tan solo, que transcurre; un pobre actor
que, orgulloso, consume su turno sobre el escenario
para jamás volver a ser oído. Es un cuento
contado por un idiota, lleno de ruido y de furia,
que nada significa.
(W. Shakespeare, Macbeth)


D.Hockney, Bigger trees near water.


Cuando ella llegó, yo estaba perdido en la lectura de El ruido y la furia, intentando enterarme de algo. Ya saben, Faulkner toma el título de Macbeth, y la primera parte de su novela tiene por narrador a Benjy, un deficiente-autista, a través del cual el presente y el pasado de la tormentosa familia Compson se entrecruza y se desdibuja en una sugerente oscuridad argumental. Una historia -la vida- contada por un idiota; una historia, llena de ruido y de furia, que avanza sin explicaciones, a remolque de las impresiones de Benji, para el que, según comentó Faulkner, todo sucede en el mismo instante.
En ese instante de incomprensión en el que vive Benji sobresale la pasión que siente por el fuego, por un trozo de prado y por su hermana Caddy, de la que dice siempre que huele como los árboles.
Así olía ella también. Cerré el libro y se lo dije, sin saber muy bien si mi olfato no estaba condicionado por la lectura. White Musk –me contestó ella, matando todo el encanto- un aceite esencial de Body Shop. Luego se fue; tenía la costumbre de marcharse siempre antes de tiempo. Apoyado en la almohada, sin comprender, como un idiota, escribí el poema:

Hueles como los árboles,
te digo recordando a Faulkner,
mientras me balanceo en el columpio
y me acaricia el aire,
el perfume me lleva
a querer abrazarte
pero la suerte del colgado
en el balanceo
es pasar sin tocarte.
Estar contigo es jugar a las cometas
perdiendo el hilo,
estando aquí
estás en otra parte.
Tú me besas desde lejos
y cuando estoy más cerca
te marchas porque es tarde.
Se queda tu olor
como un columpio que arde solo
bajo los árboles.

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